“Primero fue un medio fotográfico de
reproducir el movimiento mecánico de la vida; después, la agrupación de
fotografías animadas alrededor de una acción compuesta y ficticia, abandonando
el ángulo vital para enfocar únicamente el ángulo literario; acto seguido, se
pasó de la narración puramente arbitraria y novelesca a la anécdota envuelta en
formas realistas, y a los sentimientos llevados a proporciones estrictamente
verdaderas y humanas; inmediatamente se presenció la lógica de un hecho, la
exactitud de un cuadro, la naturalidad de una actitud, constituyendo la armazón
de la nueva técnica cinematográfica; más tarde, se pensó en fotografiar lo
inexpresado, lo invisible, lo imponderable y, por encima de los hechos, se
dibujó una línea armoniosa de sentimientos para dominar gentes y cosas: de ahí,
lógicamente, advino la película sicológica, con la descripción de las
impresiones interiores múltiples y contrarias en el transcurso de la acción
misma, ya que los hechos pasaban a ser la consecuencia de un estado moral”.
Así narraba las primeras décadas de la
historia del cine, con precisión y claridad, la directora, teórica, periodista
y crítica de cine francesa Germaine Dulac.
Germaine Dulac, nació en Amiens, Francia en
una familia de clase media alta, hija de un militar de carrera. Fue enviada a
vivir con su abuela en París y rápidamente se interesó por el arte y estudió
música, pintura y teatro. En plena pos adolescencia combinó su creciente
interés por el socialismo y el feminismo con su carrera periodística.
A los 18 años, se inició en el periodismo
colaborando con dos publicaciones feministas: La Fronde y Le
Francaise. Pasó después a escribir crítica teatral hasta que decidió incursionar
en la realización fílmica. Produjo una serie de películas de género, la
primera de las cuales se tituló Hermanas enemigas(1915), y le
siguieron El huracán de la vida (1916) y Almas de locos (1917),
entre otras.
Su fascinación por el cine le posibilitó
relacionarse con los nacientes críticos, reuniéndose en 1917 con los cineastas
Louis Delluc, Abel Gance, Marcel L’Herbier, Jean Epstein y Rene Clair para
conformar el movimiento de vanguardia fílmica posteriormente denominado impresionismo
francés. Su firma se encontraba en las revistas más destacadas de la época,
como Le Film (1919),Cinémagazine (1924), CINÈA - Ciné pour Tous (1925), Schémas (1927),L’Art cinématographique,
(1927) y Le rouge et le noir (1928), con ensayos tan importantes como Del
sentimiento a la línea, El cine integral, Sobre el cine visual, Jugar con los
ruidos y La esencia del cine: la idea visual. La mayoría de ellos han sido
recopilados en el volumen Ecrits sur le cinéma, Paris, 1994.
Fue creando un estilo inconfundible, a
través de recursos utilizados para mostrar el “interior” de los personajes:
sobreimpresiones y otros efectos ópticos, cortes muy abruptos, movimientos
subjetivos de cámara, planos detalles que implican disociación del personaje y,
sobre todo, ofreció alternativas al montaje continuo y narrativo, subordinando
los factores temporal y espacial del montaje a los rítmicos. Esta inusual
manera de narrar en cine le provocó la huida de capitales pertenecientes a la
flamante industria, encontrando en el autofinanciamento la única salida
posible. Con este objetivo fundó con su
esposo, Albert Dulac, y la guionista Irene Hillel-Erlanger la compañía productora Delia
Film.
Además, para que sus películas se
distribuyeran en un circuito alternativo, ya que el comercial le era esquivo,
se dedicó también a la promoción y cración de cine clubes. Tan involucrada
llegó a estar, que fue nombrada secretaria general del Cine Club de Francia, en
1922., y luego directora de la
Federación de Cineclubes de Francia. No conforme con estas múltiples
actividades, fue una entusiasta difusora de la necesidad de crear sindicatos
para los trabajadores de la industria cinematográfica.
En 1923, Germaine Dulac dirige una de sus
más importantes películas, La sonriente Madame Beudet , tras
encontrar cierta repercusión con sus anteriores films La fiesta española (1919),
con guión de Louis Delluc, La muerte del sol (1920) y dejar
inconclusa una versión fílmica del Werther de Goethe (1921). Basada
en una obra de André Obey, la cinta muestra la vida y los sueños de una mujer
angustiada por la monótona existencia que ha de sufrir día a día, con un marido
mucho mayor que ella, burgués, egoísta y envidioso.
Fotograma de La coquille et le clergyman
“El
vanguardismo, que es necesario en el arte y en la industria, es un fermento de
vida y contiene el germen de las generaciones futuras. Es progreso. Por eso,
tras el cine industrial y el cine de vanguardia, vendrá el cine sin adjetivos.
Este solo es el verdadero”. (Germaine Dulac. El efecto educacional y social de
los noticieros.Artículo publicado en la Revue internationale du
cinéma éducateur, agosto de 1934)
Para La coquille et le clergyman (1928) se
basó en un texto del poeta y dramaturgo Antonin Artaud, quien advirtió en los
programas de mano acerca de la película: “No se debería buscarle lógica ni
orden secuencial, porque no las tiene, sino interpretar sus imágenes, que se
desarrollan en función de su íntimo significado, que va del exterior al
interior. La concha y el clérigo no cuenta una historia sino que
desarrolla una serie de estados mentales, que se deducen uno del otro, de la
misma manera en que del pensar se deriva el pensamiento”.
La concha y el clérigo es,
probablemente, el filme más perturbador en la historia del cine. Estrenado un
año antes de Un perro andaluz, de Buñuel, debe haber sido motivo de shock
tanto para la censura como para la audiencia (en comparación, el filme de
Buñuel nos parece ahora mucho más coherente). En 1927, la censura
británica prohibió su exhibición en Inglaterra, expresando que “si tiene algún
sentido, sin duda es objetable.
“Es cierto que el espectador lucha para
descubrir el sentido de gran parte del filme, pero no hay duda de su
significado general: es sobre sexo –en particular, la batalla interior de un
hombre contra sus pensamientos lujuriosos. Las imágenes van de lo explícito (un
cura de ojos desorbitados rompe el brassier de una mujer revelando su pecho) a
las obvias metáforas freudianas (un hombre abriendo una serie interminable de
puertas) a las sugestivas (la cabeza de un hombre que se parte en dos). Aún hoy
en día el filme resulta atrevido y ocasionalmente chocante. Cuando fue
estrenado, su retrato de un hombre de la iglesia libertino sólo pudo ser visto
como algo peligroso y subversivo, como propaganda anticlerical feminista
de la peor clase”. (James Travers. Reseña de La coquille et le clergyman. Revista
electrónica Films de France, 2005.)
Con progresivos problemas de salud,
Germaine Dulac se abocó en la última década de su vida al cine documental. Después
de sufrir un ataque a mediados de los años treintas, disminuyó su actividad
como realizadora, si bien tuvo tiempo de desarrollar una compilación de materiales
de sus noticieros para integrar el largometraje El cine al servicio de la
historia (1937) Se involucró en las actividades del Frente Popular,
actuando como asesora en la realización de varios de sus filmes, hasta que,
perdida la movilidad murió en 1942, durante la ocupación alemana.
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