Sin moldes, haciendo el cine que nos gusta - Matías Herrera Córdoba

Matías Herrera Córdoba


Matías Herrera Córdoba nació en 1982 y residió en Salta hasta los 18 años, cuando regresó a tierras cordobesas para estudiar cine. “El ámbito universitario me sensibilizó, mis compañeros, el cine, el cineclubismo, y la historia de Córdoba”.   

En  2003, recién iniciados sus estudios, hace su primer cortometraje La Creciente, participando en muestras y festivales de derechos humanos. Crea la productora Cine El Calefón, realizando los cortos Calle de la Libertad (2004), Casa Cortada (2005) y Mis Pies (2006). Participa del Movimiento de realizadores Cine Nómade efectuando el video L.E.S. y co-funda el Centro de Medios por la Memoria y la Identidad en H.I.J.O.S. En 2009 termina su opera prima Criada, siendo parte de festivales como el BAFICI y Biarritz. Al año siguiente presenta el documental Buen Pastor, una fuga de mujeres y en 2013 estrena su primer largometraje de ficción, El Grillo. 

Admirador de Agnès Varda, Kiarostami, Naomi Kawase, Patricio Guzmán, Wim Wenders, entre otros, expresa como anhelo poder adaptar El evangelio según Jesucristo de Saramago. 

Firme, decidido, claro en sus ideas y actitudes, Matías enuncia con convicción:”el cine cordobés es la expresión de que el cine es colectivo”. 

¿Cómo surge Criada? Contar la historia de Hortensia, universalizarla, incluir a tu familia…

Regresé a la finca donde habían vivido mis abuelos, mis tatarabuelos, donde nació mi madre y sus hermanos, en Catamarca. De niño nos llevaron muchas veces, yo lo recordaba como un paraíso, con acequias, olivos, parras, frutales, viento, ríos, montañas. Y mi recuerdo no me engañaba, con un paraíso me encontré, los mismos olores, lugares y Hortensia, nadie más. Habían pasado 16 años, desde la muerte de mis abuelos mi madre no quiso volver. Luego de ese viaje quedó grabada Hortensia en un video con una handy. En Córdoba vi varias veces esa imagen, me inquietaba la mirada de Hortensia. Y regresé a los meses con Juan Maristany.  Estaba seguro de que Hortensia tenía las llaves de la casa grande, ella siempre había vivido ahí. Pero terminamos durmiendo en el living, donde ella también tenía su cama.  
Varios viajes siguieron, charlas, re-conocernos, hacernos amigos. Luego surgió un desafío cinematográfico y moral si se quiere: cómo filmar a Hortensia sin que ella quede expuesta, sin entrevistas. Por dos años trabajamos con el proyecto hasta que se volvió película y se universalizó su historia.

¿Te resultó complejo trabajar con personajes reales, no actores?

El cine no es la realidad y la persona ya no es una persona sino un personaje. En Criada trabajé para acercar el género documental a una estructura de ficción. La complejidad al filmar a un otro (más allá de si es actor o no) tiene una responsabilidad compartida, por un lado lo que puede dar o aportar la persona a su personaje, esa capacidad de soportar ser un personaje, y por otro lado, dónde el director posiciona la cámara, el lente que usa, el plano sonoro, y la capacidad de transmitir lo que quiere, de ese doble juego nace la verdad/verosimilitud de lo que se cuenta. 

¿Cuáles han sido tus fuentes documentales y testimoniales para co-escribir y dirigir Buen Pastor, una fuga de mujeres? 

Con Lucía Torres tomamos varias referencias cinematográficas, principalmente Patricio Guzmán (chileno), Ernesto Ardito, Virna Molina, Raymundo Gleyzer (de Argentina). Cineastas que abordan temas políticos de organizaciones partidarias por lo general, y con un compromiso histórico de lo que se va a contar. La fuga de la cárcel era un hecho ya en sí cinematográfico, teníamos seis años de registro en distintos formatos y estilos, la dirección fue de montaje principalmente. Nos llevó un año editar la película. Encontrar material de archivo, nuevos registros, darle una estructura, hasta encontrar que no podíamos hablar de cada una de las 26 presas sino que debíamos abordar un “personaje colectivo”, y ¿de qué se trataba esto? Lo definimos y trabajamos como si quién nos contase la historia fuese una sola persona con distinta vestimenta, armamos un relato colectivo. Lo percibimos de esa manera cuando nos juntábamos con ellas, con las ex presas, ya que ellas militaban de esa manera. Todas habían hecho o dejado de hacer algo para que esa fuga sea exitosa, todas querían lograr la libertad y seguir luchando afuera de la cárcel. La película se produjo de una manera particular, fue una producción colectiva entre Cine El Calefón y el grupo de Ex presas políticas del Buen Pastor, y el resultado es el encuentro de dos generaciones con contextos políticos y sociales muy diferentes, pero con muchos acuerdos, sobre todo cuando la bandera es la libertad.    

Tu primer ficcional, El Grillo, es un homenaje simbólico a un referente actoral  como el inolvidable Héctor 'El Negro' Grillo. ¿Por qué lo elegiste?

Al Negro Grillo lo vi dos veces, una vez regando las plantas de su jardín, sin saber quién era él, y  en su última obra de teatro. Años más tarde, quien había sido su mujer, Mónica Leunda, se convierte en mi mecenas durante casi dos años. Su propuesta y apuesta fue que pueda dedicarme a hacer una película y no estar preocupándome por el dinero del día a día. En nuestras conversaciones viviendo juntos hablábamos mucho de música, literatura, teatro, cine y arquitectura. En algún momento aparecía el Negro, o una anécdota, o una frase que él decía, pero siempre estaba presente. Sus principios eran muy claros, el arte se construye desde abajo, desde el estudio, desde la calle, la experiencia y la locura. Y la película no podía ser menos que un homenaje a él, a su filosofía sobre una obra, sobre un actor, el cine, el teatro. 

¿Es muy complicado producir desde el interior del país? 

Creo que es complicado producir el tipo de cine que nos gusta. Desde las políticas de Nación y los concursos del INCAA para fomentar la producción de cine y tv se federalizó mucho. Claramente aún todo funciona en Buenos Aires, creo que cuando desde capital dejen de usar la palabra “federalismo” va a ser porque ya somos federales, mientras tanto aún hoy tenemos desventajas a la hora de producir y formarnos, muchas menos que antes, pero están.

¿Cuáles son tus próximos proyectos como director?

Me encuentro trabajando en una nueva ficción. Necesito volver a filmar en el norte, aún no estoy decidido si en Catamarca o en Salta. La historia la debo bajar a papel y trabajar en la producción.  Quizás en el medio pueda realizar algo más. Mientras tanto dedico el tiempo a los otros proyectos de Cine El Calefón, intentando aportar allí. 

Pasemos entonces a Cine El Calefón. ¿Qué nos podés reseñar de todo lo que vienen trabajando? 

El Calefón es movimiento constante, es una productora pero que no produce cine de manera convencional,  yo diría que es una productora que acompaña a las películas todo lo que puede. Porque creamos una productora sin moldes, haciendo el cine que nos gusta. Comenzamos produciendo nuestros proyectos y pudimos emprender los de otros directores, cruzar la frontera argentina y co-producir con Uruguay (Una noche sin luna, 2014) y ahora estamos en otro proyecto más grande aún. La creamos con Juan Maristany y luego se sumaron Lucía Torres, Ezequiel Salinas y Ana Apontes. Todos somos parte del Cineclub La Quimera también, que a su vez es parte del Teatro La Luna y de alguna manera creo que todo tiene que ver con todo. Porque apostamos a proyectos que nos identifiquen, no en lo que somos, sino en lo que buscamos. Así este año vamos a estrenar “Nosotras/Ellas” un documental ensayo que va a dar qué hablar por su propuesta. Ya tiene su estreno internacional en uno de los festivales más importantes de cine documental.

¿Cuál es tu posición respecto a la propuesta de impulsar una ley provincial para fomentar la industria audiovisual cordobesa?

Esta ley es fundamental. Estamos siendo parte de algo que nadie imaginaba, pero que muchos creíamos y apostamos, se está produciendo cine en córdoba.  Es una realidad, esfuerzo y  políticas del INCAA lograron esto. Escuché a productores decir: “en ningún lugar del mundo se produce en el interior, se produce en las capitales de los países” y quizás sea cierto, no me puse a investigar. Pero justamente la Argentina está cambiando muchos “moldes” y este es uno. Pero necesitamos del apoyo de la Provincia de Córdoba, porque sin apoyo es imposible por más intenciones del Instituto de Cine. La aprobación de esta ley nos daría más recursos para que la actividad no dependa solamente de Nación.

¿Cómo te llevás con la crítica?

Me interesa la crítica como propuesta para el análisis de un obra cinematográfica, es el caso del crítico Jean Louis Comolli. Sus escritos hacen tambalear los conceptos sobre el cine, y todo a partir de la crítica de un film. Porque el cine también tiene mucho prejuicio y se estructura queriendo ser formador de formas, esto sucede con el cine comercial pero también con el independiente. Y creo que el arte no se trata de eso. Hoy en día los críticos están viviendo “la industria de la crítica”, ¿tendrá que ver con la época en que estamos, que queremos opinar de todo y abarcar cada vez más? Yo no se cuándo nació la crítica cinematográfica, pero sí me pregunto dónde está parada hoy cuando cuestiona acerca de los recursos que utiliza un director en un film cuando todavía ellos no se han podido desprender de una triste herramienta como es la valoración con estrellas o puntaje. Y me lo pregunto porque valoro a la crítica como documento de estudio, de aprendizaje, muchas veces una buena crítica incluso termina despabilándonos a los directores, y ni que hablar a los espectadores. 


Por Jackie Bini
filmosfera@yahoo.com

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