Fernando Sarquís, cineasta

La curiosidad de vivir otras vidas





Cordobés nacido en el ’87, se inició en la música a los 15 años y, luego, se formó en la Universidad Nacional de Córdoba, recibiéndose de Licenciado en Cine y TV. Realizó el cortometraje -no estrenado- Amar, temer, partir, y su primer largometraje Miramar.  Ganó el primer premio en el concurso de películas no terminadas del Docta Cine, obtuvo un premio extra y una mención en la competencia de Work in Progress del festival de cine de Mar del Plata, participó en los Work in Progress de UNASUR y Mendoza Proyecta. Una vez concluido Miramar, se estrenó en la competencia argentina de BAFICI 2015.


Al momento de determinar referentes en su carrera, Fernando Sarquís comenta que “Hace varios años vi Wandafuru Raifu (After Life), de Hirokazu Kore-eda, que creo fue la película que más me impactó, me pareció muy fresca, sensible e intensa desde lo sutil. Directores como Richard Linklater y Wes Anderson me conmueven, Los Labios de Fund y Loza fue también otra película que me puso en jaque sobre la forma de mirar el cine y sus posibilidades. En BAFICI de este año vi un filme de Aleksei German Jr. titulado Under Electric Clouds, ésta es la última película que vi hasta ahora que me dejó repensando nuevamente las formas de narrar, una película increíble. Más allá del cine, creo ser atravesado emocional y narrativamente por la corta obra de Jeff Buckley, su único disco en vida (Grace) fue por mucho tiempo lo único que escuché.”

¿Cómo ha sido tu recorrido en el mundo del cine hasta llegar a tu primer largo?

Me di con el mundo del cine casi por casualidad, cuando no sabía qué estudiar en la adolescencia. Tomando mates con mi vieja en el patio de casa, una de las tantas casas por las que hemos pasado, ella me pregunta  qué me gustaba hacer, en esa época estaba muy dedicado a la música, por otro lado la fotografía y escribir eran otras cosas que me gustaban mucho. Ella me recomendó estudiar cine, que suponía sumaba las pasiones, yo ni sabía que esta carrera existía en la UNC.  En la universidad tuvimos la suerte de vivir un salto tecnológico/generacional, arrancamos filmando en VHS, la primer edición que hicimos fue en dos videocaseteras, la mejora en equipos vino progresivamente, el enfoque selectivo, el editar en tu propia computadora, pequeñas cosas que se dan por sentadas hoy por hoy pero que al vivir el cambio se valoran mucho. Cosas como éstas te hacen admirar aún más el trabajo de la gente de la generación de Santiago Loza y Liliana Paolinelli, ¡qué difícil debe haber sido hacer películas en esas épocas!.  Terminada la carrera había hecho solo cortometrajes en el marco de la institución, ya era una necesidad filmar un largo, tuve la suerte de rodearme de la gente con la que finalmente hicimos Miramar, el cine no se puede hacer solo.

¿Qué estímulos te acercaron a la historia que cuenta Miramar?

Vivo en Córdoba Capital, es una ciudad universitaria, por ende en su momento no me tocó viajar para estudiar, estuve siempre en contacto con gente de afuera de la ciudad, de hecho la gran mayoría de mis amistades no son de aquí. Siempre me llamó la atención el salto evolutivo de madurez obligada que tienen los estudiantes que migran a la ciudad para poder estudiar, siendo bastante jóvenes, cachorros de la vida enfrentándose a la adultez. Me parece algo muy valiente. Los lugares turísticos me han generado interrogantes desde pequeño, me intrigan, es como un parque de diversiones que cuando llega el invierno apaga todas las máquinas. Básicamente me acerqué a la historia de Miramar como creo me aproximo a todas las cosas, por curiosidad, por querer vivir por un ratito alguna vida que no me tocó vivir.  

Hablemos de la etapa de producción y la búsqueda de fondos para realizar la película.

En un inicio se pensó en aplicar a fondos para realizar el filme, por ahí la urgencia empujó, las ganas de hacer una película nos llevó a hacerla por nuestra cuenta, no queríamos esperar a que alguien nos dijera que estábamos aptos para hacerla. La producción de la película fue posible gracias a la buena voluntad de todas las personas que trabajaron en ella, ya que, como fue dicho, no contábamos con ningún tipo de financiación. Todo el equipo, tanto delante como detrás de cámara, trabajó intensamente para poder hacer lo que está en la pantalla y parlantes de la sala. La película se la debo enteramente a ellos. Más allá de las buenas voluntades el cine es un arte bastante caro, para poder afrontar el desafío hicimos una sociedad con las productoras Blackmaría, Vibra y Diagonal, lo que nutrió al proyecto de excelentes profesionales, cumpliendo los integrantes de estas productoras roles claves en la realización del filme y el aporte de un capital extremadamente significativo en equipos. La municipalidad de Miramar, Adrián Walker y su equipo, confiaron en el proyecto y se hicieron cargo de la gran mayoría de los viáticos y de la estadía.
Si bien creo que el auto gestionamiento tiene resultados muy positivos en las producciones artísticas, no es un camino que repetiría muchas veces más, creo que generar una industria y puestos de trabajo es casi que básico para pensar seriamente la producción de cine, pero a veces (y sobre todo en la primera película) la urgencia por hacer cine nos lleva a estos sistemas de producción independiente.

Maximiliano Gallo y Florencia Decall en los protagónicos. ¿Por qué los elegiste y cómo ha sido la experiencia de trabajar con estos actores?

Con Maxi ya habíamos trabajado juntos en el cortometraje Amar, Temer, Partir (que aún no estreno), fue en esa experiencia junto a él que me aproximé a entender lo que es trabajar con un actor, me enseñó a ver que cada uno de nosotros viene con su carga, con cosas que pueden ser muy poderosas si son encausadas, como un río. No intentar moldear desde el imaginario, sino desde la profundidad de cada persona. Él es, aparte de un excelente actor, un gran dramaturgo y director de teatro, su visión es muy amplia, sabe lo que está haciendo.
Con Flor fue la primera vez que trabajamos juntos, tomamos muchos mates, hablamos sobre nosotros, el personaje decantó de conocernos, ella es muy compleja, desde el buen sentido de la palabra, tiene muchísimos matices, muchos pensamientos, búsquedas constantes. Se entrega, confía, aporta desde una humildad bellísima. Tiene un presente actoral sorprendente, mucha experiencia y es muy joven, estoy seguro de que lo que hemos visto de ella es solamente la pequeña punta del iceberg de lo que tiene para dar.
Con los cuatro actores del filme trabajamos de una forma similar, intentando seguir el texto del guión pero evitando que fuese de hierro, buscando juntos la clave de cada escena, desde la esencia, intentando armarnos de un lenguaje común, qué entendían ellos de, por ejemplo, "melancolía", cómo se llegaba a ese estado, entender que veíamos lo mismo. Eva Bianco, Eduardo Rivetto, Maximiliano Gallo y Florencia Decall son actores de un alto nivel, poder trabajar con ellos en mi primer película fue una experiencia por demás enriquecedora.

Un balance del paso de tu opera prima por el BAFICI

BAFICI es un festival muy importante, comparte junto con el de Mar del Plata el podio del más grande de Argentina. Poder ser parte de estos festivales es de por sí un honor y un orgullo, sobre todo considerando que en la actualidad la ruta de los festivales de cine hacen que filmes de carácter independiente tengan visibilidad mundial, son festivales que sirven de vidriera hacia otros festivales, haciendo que el mensaje se siga propagando, cerrando así el ciclo de la comunicación. Más allá de ésto, soy consciente de las cadenas de subjetividades que posicionan a un filme en algún lugar, no reniego de esto, creo en el arduo trabajo que hacen los programadores de los festivales. Pero un filme es el mismo antes y después de pasar por uno o cien festivales, lo que vemos y escuchamos en la sala de cine es la película, con o sin laureles de por medio.

Mientras Miramar encara su propio camino, ¿qué proyecto tenés entre manos y en qué estadio de la producción se encuentra?

Actualmente estamos trabajando en un próximo largometraje que se llama La Soledad de los Elefantes, sobre una chica que acompaña a su pareja en un viaje en auto en búsqueda del acta de defunción del abuelo de la misma, para así poder sacar la ciudadanía española y emigrar a Europa, por lo que, conseguir este papel, significaría la separación de la pareja. Nos encontramos en la etapa de desarrollo, re-escribiendo el guión, buscando transitar los caminos que llevan a la obtención de fondos para realizar el proyecto.

Consultado sobre el cine local, Fernando Sarquís no duda en expresar que “la producción cinematográfica en Córdoba es un hecho, hay una búsqueda de industria, hay referentes propios, cada vez se hace más y mejor. No creo que esto sea necesariamente delimitado por ser o no de Córdoba;  si la UNC, la Metro y todos estos lugares de formación existieran en el Chaco, estaríamos hablando del cine chaqueño. Creo que la geografía por sí sola no delimita la prosperidad de la creación cinematográfica, la gente que lo hace sí.”  


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