En la Córdoba cinéfila,
Alejandro Cozza es una pieza clave. Con formación en el campo audiovisual y en
el de las comunicaciones sociales, es un emprendedor con múltiples matices.
Docente, investigador, realizador cinematográfico, crítico, fuente de consulta
permanente y un apasionado del “Séptimo Arte”.
En septiembre celebramos 120 años del Cine en Córdoba y tuviste un
rol importante en la programación de los festejos. ¿Cómo surgió la idea y cuál
ha sido el balance del ciclo?
La idea surgió de la gente
que coordina la secretaria de cine de la provincia en base a una investigación
de Enrique González sobre los diarios de la época, que determinaban que la primera proyección de
cine llegó a Córdoba un 18 de septiembre de 1896, apenas 9 meses después de la
primera proyección de los Lumière en París. La intención fue celebrarnos como
espectadores cinematográficos en primer lugar, y en segundo lugar, más discretamente
y con menos pretensiones, poder pensarnos como tales. Para este segundo objetivo
es que había un criterio de programación de películas argentinas y una selección
de actividades haciendo hincapié en las dificultades o problemáticas de la exhibición
cinematográfica. Si bien el balance general fue positivo, se pudo instalar la
idea de la fecha de celebración, en lo personal tengo sensaciones agridulces
referidas a ese segundo punto que hacía mención, me pregunto ¿cuánto nos
importa el cine aún? Si nos cuestionamos sobre los discursos y las formas
cinematográficas, o si creemos que el cine aun puede ser vehículo de transformaciones
sociales, o al menos, de disputas de sentidos e intereses dentro de un campo
cultural.
Sos propietario de Séptimo Arte, una de las últimas videotecas que
perviven en la ciudad, la que se ha transformado en una especie de bastión para
los amantes del cine arte. ¿Cómo sobrevivir en épocas digitales y de piratería?
Hay términos acá que me
gustaría mucho poner en tensión. Reniego de ese lugar de “resistencia”,
pareciera que los que nos dedicamos al cine desde un lugar de cinefilia, o de
cine entendido como arte antes que todo, siempre estamos en esa posición. No sé, si
bien entiendo esos lugares de enunciación no quiero ponerme como un resistente
que lucha contra molinos de viento sabiendo que se va a perder siempre. No me
seduce ese romanticismo inocuo. Elijo siempre el lugar de la variedad de
opciones y de ofertas de todas las cinematografías del mundo y de diferentes épocas,
de poder ser un facilitador de opciones siempre, sea en un video o en un
cineclub, dando clases o programando una muestra de cine. No es tener mucha
cantidad de películas porque sí, en un afán coleccionista, sino que en nuestras
elecciones haya un sistema crítico de pensamiento. De por qué elijo una cosa y
no la otra. Desde ese lugar, estoy absolutamente satisfecho del rol que cumple
y ha cumplido el Séptimo Arte en Córdoba, llevamos 13 años ya con un comercio abierto y mutando
permanentemente frente a la variedad de otras opciones sin traicionarnos en
nuestra política. Porque ese es el punto primordial, que un comercio sea también
un lugar de disputas y de elecciones políticas de cara a la gente, en su forma,
contenido y funcionamiento.
El otro término que
discutiría fuertemente es el de “piratería”, utilizado aquí como algo peyorativo.
Para mí los grandes canallas fueron siempre los que en beneficio de cuidar su
quintita achicaron y aniquilaron el gusto de las mayorías apostando sólo por la
distribución de un puñado pequeñísimo de películas (casi siempre norteamericanas
o de otros países con iguales formas narrativas norteamericanas) digitadas por las grandes distribuidoras
cinematográficas “oficiales”. Ellos son los verdaderos criminales culturales de
nuestro país, frente a ellos reivindico la piratería, la promuevo, la avalo, porque
tengo claro mi lugar político frente a esta batalla contra la unificación de
contenidos y formas homogeneizantes. Incluso
si esa misma “piratería” provocara el cierre de mi negocio, que de hecho no
ocurre, feliz estaría de desaparecer en esos términos.
¿Cuáles fueron los disparadores que despertaron tu pasión por el
cine?
Obviamente fueron varios,
y debo decir que soy de la generación VHS, para mí era un ritual casi ver
películas un sábado a la noche en familia y charlarlas al día siguiente en el desayuno
dominguero. Creo que ahí adquirí esa idea de que el cine debe ser completado
con la interrelación de los otros. Sea una charla posterior o una crítica de
cine leída post visionado. Después, claro, los cineclubes como El ángel
azul (ahora Hugo del Carril), La Quimera
o Arrope (programado por Fabio Manes), este último fundamental para mí para
hacerme una idea de otros cines mucho más arriesgados, incluso dentro de la
misma oferta y lógica de los cineclubes,
el Arrope, a pesar de su fugacidad, era extremo en serio.
Poseemos una mirada romántica sobre la vida de los críticos de cine:
viajes a festivales, posibilidad de acceder a la filmografía mundial antes que
el ciudadano común, una férrea preparación cinéfila. ¿Cómo es en realidad?
Que no tienen un mango! Y
sin plata no hay romanticismo posible! Jaja. No, es eso, apenas una idea
romántica. Son solo unos pocos los que pueden cobrar algo como tales y que le
banquen algún que otro viaje a un festival de cine. En ese sentido, profesionalmente
hablando, la crítica está en extinción. Yo mismo viajé a mis primeros
festivales (y nacionales solamente) ya muy de grande y casi siempre costeándome
todo de mi bolsillo.
También sos Jurado y
Programador. ¿Qué sentido y relevancia tienen estos roles en tu profesión?
Para mí son tareas
secundarias, y bastante ocasionales. Y si creo que son derivaciones naturales
de una cierta labor como crítico, y un producto genuino de cierta cinefilia. En
el día de hoy ser crítico de cine daría
como ese posible beneficio a largo
plazo, poder ser contratado por festivales como programador, y alguna que otra
vez, ser jurado de alguno, que sería como cierto reconocimiento simbólico a la
labor de uno.
¿De qué se trató Diorama, obra que aun hoy circula en las
principales librerías del país?
Tratar de hacer historia
en tiempo presente desde la crítica de cine misma, ese fue el objetivo,
registrar algo que estaba pasando delante de nuestras narices. Y como ese
incipiente cine cordobés era algo difícil de asir en definiciones, entendí que
lo ideal sería tomarlo de forma colectiva. Invitar a críticos que hablaran con
absoluta libertad de las películas locales. Les gustaran o no, lo importante
era argumentar a fondo criterios y pareceres. Para mí era necesario darles
visibilidad por un lado, y por otro discutirlas lo más sinceramente posible.
Incluso sabiendo que podrían venir críticas por el lado del oportunismo o de cierto
chauvinismo.
¿Escribir cine o escribir
sobre cine? Tu experiencia como guionista y como periodista.
Buena pregunta, y podría
responderla paradojalmente. Siento que la crítica de cine me acerca mucho más a
lo que entiendo que es el cine que me interesa y que me gustaría hacer que la
escritura de un propio guión de dicha película futura. Desde ese sentido respeto
poco la idea clásica de guión cinematográfico. Para mí es apenas una guía para
la futura película, que pueden ser otras, como ensayos in situ, u otro tipo de
esquemas para hacer un film. Lo malo es
que la industria formatea demasiado la idea de escrituras de guiones, y creo
que ahí está el problema de tanto cine contemporáneo sin vida, ni alma, ni
riesgos. Por eso digo que en ese sentido, la crítica de cine me acerca más a
una esencia de cine que la escritura de un guión literario, que para mí es una
etapa netamente técnica.
La dirección es otra de tus facetas profesionales
Si, y a la que me gustaría
poder dedicarme asiduamente en un futuro cercano. Pero es difícil poder
dedicarse a eso full time, y más aún si se quieren hacer ficciones, el cine,
nos guste o no, es una ocupación burguesa. Y salvo que seas Perrone, hace falta
dinero para hacerlo. Es muy personal esto, pero estoy tratando de liberarme
lentamente de otras ocupaciones (algo que me cuesta mucho) y ver como
acomodarme económicamente para poder hacer cine.
¿Qué debe tener una película para seducirte? ¿Podrías armar un top five de tus filmes y directores
preferidos?
Que posea una idea precisa
de cine, sea cual fuese. Que se la juegue por encontrar la ontología de lo
cinematográfico en cada plano, por difícil que pueda ser precisar esa ontología.
Obvio que al listar podría mencionar decenas y centenas de películas y
directores. Pero hagamos el esfuerzo de elegir solo 5 directores: John Ford,
Roberto Rosellini, Jean Renoir, Jean Luc Godard y Chris Marker. Y 5 películas:
La mama y la puta de Jean Eustache, Sin sol de Marker, Un tiro en la noche de
Ford, El desprecio de Godard y El beso amargo de Sam Fuller.
¿Superamos ya, o superaremos en algún momento, la etiqueta de “cine
cordobés”?
No sé, y no creo que haya
que hacerlo en la medida que se pueda
ser siempre crítico y poner permanentemente en tensión el término. Desde ese
lugar sacaría lo peyorativo que pueda tener la idea de etiqueta, como marca, y
apostaría como lo digo siempre, a su idea mutante. No renegar que hay un
contexto geográfico de producción que no es afín a casi todos y que desde ese
lugar se filma y se tienen ideas
particulares o generales con respecto al cine. Incluso los que hagan cine fuera
de ese contexto que nos nuclea, lo hacen con respecto a ese núcleo, o sea, no
pueden zafar de él! *
Jackie Bini
* Esta nota fue publicada en la Revista Cultural Desterradxs (Córdoba, Arg.)
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