Sebastián Raspanti: Y a vos, ¿qué te preocupa?


Sebastián Raspanti es un notable emprendedor que prefiere hacer, sin demasiado preámbulo. Es abogado y profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Nacional de Córdoba. Formó parte de los grupos Carcamán Stand Up Club (2011) y Topolino Stand Up Club (2012-2013). Tuvo en escena el espectáculo “Ártico” con el que realizó una gira Nacional de la Quiaca a Ushuaia. Presenta actualmente “El Profeta y el Juglar” canciones y humor  junto con Marcos Luc en diferentes espacios de Córdoba. Ha realizado su opera prima documental “Qué te preocupa?”(2017), estrenada en Octubre en nuestra ciudad y con recorrido previo por festivales nacionales e internacionales. Sobre ésta obra nos habla para La Filmósfera.

Sebastián Raspanti y Gabriel Marasi


-¿Por qué salir en auto a recorrer el país preguntando y filmando?

-Se me ocurrió hacer un documental sobre el universo íntimo de diferentes personas, ver cómo viven, qué hacen, quiénes son. Todavía no sabía a quiénes, dónde, ni cómo retratarlos.  Esa idea se enriquece luego cuando mi amigo Gabriel Marasini me cuenta que él (ciclista aficionado) quería unir la Quiaca con Ushuaia en la bici. Imagino entonces que ése podía ser el camino y escenario del documental, el mismo que hiciera el ciclista. El tipo de viaje, con sus características de precariedad y falta de preproducción hicieron que pensara en un modo rápido y efectivo de lograr realizar el documental. Es por eso que busqué una pregunta que, con su única y sola respuesta, me pudiera circunscribir el universo de un ser humano. De esta manera, preguntando qué le preocupa a alguien, sabría dónde está parado, y así también nació el nombre del documental "Qué te preocupa?". A su vez, con el amplísimo registro de innumerables personas a lo largo de más de 5 mil kms recorridos minuciosamente podría desarrollar una “teoría general de la preocupación”…la realidad luego se impone y de eso trata también la película. Pero también a esos dos proyectos, el del documental y el del viaje en bicicleta, se sumó una gira de nuestro espectáculo de humor, ya que por esos tiempos Marasini y yo hacíamos un espectáculo de Stand Up, y se nos ocurrió que podíamos utilizar el viaje también para ese fin. Salimos a la ruta con estos tres proyectos en la mochila.

Fui en auto porque salía a hacer algo que me excedía, una película, si a la vez hubiera tenido que pedalear 8 horas por día no hubiera tenido tiempo material de encontrar a personas, entrar en confianza, entrevistarlos. El auto llevaba no sólo el equipaje, equipos de filmación sino también los equipos del ciclista, cubiertas de auxilio, inflador, herramientas etc… Todo esto sin tener en cuenta que muchas de las noches actuábamos. Ya el escenario, así como se planteaba, era de difícil concreción, no sabíamos cómo iba a terminar el periplo, la mayoría de las cosas no estaban planeadas viéndolo en dimensión, fuimos un equipo de producción de múltiples proyectos independientes, sin plan, pero ultra eficaz a nuestro extraño modo. Así, para mí fue muy importante que Marasini fuera en bicicleta, eso le aportó a la producción de la película un ritmo lento y minucioso, no hubiera conocido las personas y lugares que conocí, los cuales tenían como único criterio de selección, el cansancio de un ciclista. No se puede ir más lento salvo caminando. Por otro lado, que yo fuera en auto le permitía al ciclista viajar liviano y a la vez saber que donde llegara de alguna manera estaría solucionado dónde dormir (en la mayoría de los casos). Parábamos en carpa, en casas de entrevistados, en lugares donde actuábamos, al lado de un río. Los lugares cada día eran muy distintos.

​-¿En qué se basó la selección de testimonios para grabar y con qué criterios fueron elegidos los que finalmente integran el documental?

-El criterio para buscar los entrevistados era intuitivo. Yo buscaba personas y variedad de universos personales, ¿cómo podía generar un criterio para eso? Me parecía que lo mejor era explorar y ver con quien me encontraba, simplemente miraba a la gente y cuando alguien, por algo que  no puedo determinar, me interesaba, lo abordaba para pedirle una entrevista y explicarle el proyecto. Por eso son tan distintas las personas y los testimonios a lo largo de la película. Intentaba, eso sí, ir variando con entrevistados de diferentes edades, sexos, circunstancias socio culturales; mi búsqueda intentaba ser lo más disímil posible. Sin perjuicio de que a lo largo del territorio fui perfeccionando técnicamente las entrevistas lo que también me llevó a otras personas, descubrí un método para lograr confianza más rápidamente: luego de entrevistar a alguien le preguntaba si me podía recomendar a quien pudiera entrevistar y si podía ir de parte de él. Cuando llegaba a casa del nuevo entrevistado ya tenía una especie de carta de presentación que facilitaba todo. 

Con respecto a los criterios utilizados para elegir a los que finalmente integraron el documental, eso fue mucho más difícil. Con el tiempo, luego de ver innumerables veces el material, uno empieza a querer a los entrevistados y cuesta terriblemente despojarse de algunos que, por diversos motivos narrativos y de espacio, no podían estar en la película. La selección fue variando, primero fue temática, luego geográfica, y finalmente busqué los momentos de “verdad absoluta”, un momento que fácilmente se puede ver pero que es difícil de explicar técnicamente. A veces, eran solo silencios, otras verborragia, pero claramente develan que ahí mientras el entrevistado dice o calla, algo está pasando.

-¿Enfrentaron prejuicios propios y ajenos?

-Sí, en el plano personal y haciendo estricta referencia al término prejuicio, juzgué prematuramente un estado de cosas que en la realidad no se daban, desde pretender ver estereotipos de personas en zonas geográficas hasta la propia idea de buscar una línea común a través de la argentina que uniera las preocupaciones. Con respecto a los prejuicios ajenos, al principio muy pocos me prestaron ayuda o confiaron en el proyecto documental, podría decirse que la mayoría sospechaba que era una locura o un capricho, que alguien que no hiciera cine de carrera se aventurara en esto.

-¿Qué pasó, mientras tanto, con tu vida laboral y personal en esos 80 días?

-Mi vida laboral gira en torno al derecho porque soy abogado, salimos a mediados de diciembre y volvimos a principios de marzo de 2015. Esa época, todo enero hay feria judicial y el resto de los días hábiles me valí de un sinnúmero de colegas, amigos que me fueron haciendo el soporte. De todos modos, había dejado muy organizado mi estudio jurídico como para no tener ningún contratiempo, y la Dra. Brandalise me cubrió en esos días ausentes. Por otro lado, en ésa época no hay cursado en la materia en la que dicto clases que es Filosofía del Derecho en la UNC. Fue difícil, pero pude organizarme, cuando volví, eso sí, tenía una montaña de trabajo. Y por esos momentos mi vida personal era tan caótica como el mismo viaje, por lo cual no había gran diferencia.

-¿Cómo era la rutina de un día en particular?

-El día comenzaba con los planes de la noche anterior donde en primer medida planeábamos donde íbamos a dormir, si bien teníamos una hoja de ruta estimada a veces iba variando por diversas razones, lo que nunca podíamos modificar es estar en los lugares donde teníamos preprogramadas funciones. Así, el ciclista muy temprano, al alba salía a pedalear en dirección al próximo destino y yo me dedicaba a buscar gente para entrevistar o concretaba citas de entrevistas acordadas el día anterior. Una vez que terminaba con esa tarea, que casi siempre era luego del mediodía, partía rumbo al destino donde habíamos acordado hacer noche que estaba casi siempre entre 80 y 120 kmts, distancia que yo recorría a lo sumo en una hora en auto. Eso era fantástico, paraba mil veces en cualquier lugar que me llamaba la atención, escribía, sacaba fotos, dormía la siesta, hacía ejercicios de un libro de escritura que llevaba con migo, o simplemente llegaba a destino a buscar hospedaje, armar la carpa etc… y nuevamente salir a buscar personas para entrevistar. En el camino me cruzaba con el ciclista y me fijaba que estuviera bien, intercambiábamos dos o tres palabras y seguía viaje.  Luego al atardecer/ noche llegaba Marasini exhausto, comíamos y cuando había que actuar actuábamos.  A veces veíamos una de las dos películas que teníamos en DVD: “El milagro de P.Tinto” y “Esta no es la vida privada de Javier Krahe”, a veces las veíamos de corrido, otras algunos pasajes seleccionados, que ya sabíamos de memoria.    Cada día era distinto al anterior en todo sentido y eso durante más de dos meses es un estado en el que nunca había estado. Cuando llegamos a Ushuaia llevábamos un ritmo de viaje que no queríamos dejar, nos costó volver.

Y veníamos muy acostumbrados a movernos constantemente. De todos modos, al regreso nos dedicamos a contar lo vivido en un espectáculo que se llamó “Los resultados del proyecto Ártico”.  Por mi parte, comenzaba una etapa más difícil y larga que la anterior, es decir, con el material recabado hacer una película, eso duró más de dos años de intensa labor y aprendizaje.

-La mochila volvió repleta de anécdotas…

-Montones, por enumerar algunas, el día que nos levantamos en el Zampal y al lado de la carpa estaba plagado de huellas de víboras, cuando terminamos siendo una suerte de anfitriones de la Fiesta del Caballo en Gobernador Costa, encontrarse al azar en muchos lugares donde no había comunicación telefónica, dormir al viento por no poder armar la carpa, llenar un teatro en Rio Grande, actuar para 4 personas hermosas en Zapala, no tener nada para comer ni tomar y encontrar un vino olvidado, pasar navidad con una familia riojana con pelopincho, pasar año nuevo en San Juan en una mega fiesta, noche en paraje la Esperanza con el dueño de un bar que dirigió esa vez el documental, mientras payaba sin saber, entre tantas.

¿Qué aprendizajes lograste al final del camino?

Fueron principalmente dos: por un lado, descubrir, lo que parece una obviedad, la realidad se impone a cualquier idea previa, y está bien que así sea. Es decir, lo que surge de una exploración es incierto, pero es más fácil decirlo que asumirlo en la práctica y estar dispuesto a aceptar esa abismal posibilidad. En segundo y principal término, creo que aprendí una forma de hacer, de acuerdo a una regla que se podría enunciar de la siguiente manera: cuando algo es muy grande para uno, lo mejor es ver sólo las partes e ir haciendo de a poquito, o algo por el estilo. Creo que eso lo compartimos con el ciclista, él no tenía en miras Ushuaia, sino solo el próximo destino, haber pensado todo el tiempo en Ushuaia creo que le hubiera jugado en contra. En idéntico sentido yo fui por etapas: aprender a usar la máquina de filmar y el equipo de sonido, tomar sonido y filmar efectivamente, guardar esa información. Luego ocuparme de ver qué hacer con eso. Aprender a guionar, montar. Hoy me preocupo por ver cómo hacer para distribuir la película, es decir que la gente la vea. Todo de a poquito. 

-¿Quiénes intervinieron en la posproducción?

-Nicolás Durán quien me enseñó literalmente a guionar, luego cuando Durán se fue a Canadá, Gonzalo Marull también colaboró con el guión. A ellos no sólo les debo el conocimiento y asesoramiento desinteresados, sino también una confianza en el proyecto que me hizo más posible el camino. Sin nombrar los cursos y seminarios de especialización y los innumerables amigos consultados: Baltazar Sánchez, Matias Cibanik, Agustín Vallejo, Luz Dive, Juli Mercado, Laura Perovich, Martín Paolorosi, Titi Vigna, todos en tareas de consulta diversa, ya sea ayudando a armar un tráiler, aconsejando el montaje de una escena o ayudando a redactar la motivación para un festival. En el montaje concreto, trabajó Eli Blausztein, en los albores colaboró Martin Jakuto, y Lucia Torres hizo también unas consultorías. Además, el “Concilio Pasternac” vio múltiples cortes y realizó valiosas críticas (el concilio Pasternac es un grupo de amigos que nos mostramos y autocriticamos los trabajos a los fines de verlos avanzar). La música la hizo mi querido amigo Marcos Luc y la post de sonido Martín Seoane. Y esto sin contar las personas que colaboraron luego de que la película está terminada, que es otro cantar. Seguro me olvido de varios porque, como siempre repito, esta película está hecha a base de amigos.

-Hubo recorrido por festivales, ¿cómo fue la experiencia?

-Realmente maravillosa, estuvo en varios festivales, pero quiero rescatar la experiencia del “Ierapetra Word Film Festival” en la isla de Creta, Grecia. No sólo porque ahí obtuvo una mención, sino porque el público respondió muy bien y fue extrañísimo verla subtitulada al griego. Y también el hermosísimo Festival Audiovisual de Bariloche.

-En octubre le tocó el turno a Córdoba

-Sí y superó ampliamente mis expectativas, desde la sala llena en Hugo del Carril con las inagotables preguntas que los espectadores hacían al final, así como las funciones que se sucedieron en el Centro Cultural Córdoba, también con extensas preguntas, me dejan la pauta de que hay algo en esta película que acerca al espectador a querer saber más, a preguntar y de alguna manera logra su objetivo que es también que se pregunte a sí mismo. 

-¿Hay un futuro cineasta en vos?

-No sé… hay una persona que seguirá filmando y tratando de contar algo con  esas imágenes.

Y a vos, Sebastián Raspanti, ¿qué te preocupa?

Habrá que ver la película para responder eso.


Jackie Bini

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