Lucas Aguirre es un referente del arte visual contemporáneo,
proyectando desde Argentina su visión, creatividad y sensibilidad. Estudió
pintura en la UNC, hizo comics, ilustración y un extenso recorrido como artista
freelance. Innovador, buceador inagotable de nuevos modos de expresión, viene
trabajando los últimos tiempos con 3D y realidad virtual. Y en esa búsqueda, el
encontrado fue él. Le llegó una propuesta para mostrar su obra en Canadá, en la
galería Art Mûr. Y allí está, con Una
Inestabilidad Constructiva, presentando hasta el 19 de junio este arte
nacido en Córdoba pero que no conoce de pandemias, distancias ni fronteras.
¿De qué se trata Una inestabilidad
constructiva?
Inestabilidad
Constructiva es una expresión que encontré en un libro de Hito Steyerl que se
llama El arte en la era de la guerra civil planetaria. Es un término que
utilizó primero un agente de la presidencia de Bush para referirse de forma sarcástica
a los daños colaterales en la guerra. Algo así como que la estabilidad que esto
genera es para mejor. Pero la acepción que más me interesó es la que usa Thomas
Elsaesser, un director de cine que también cita Steyerl en su libro. Él usa
esta inestabilidad constructiva con un ejemplo: unos aviones de combate logran
los mejores resultados al borde de destruirse. Hay unos aviones que hicieron
con unas alas en equis que cuando vuelan a cierta velocidad están al borde de desarmarse
en pleno vuelo, pero justo en ése momento logran unas ventajas decisivas sobre
todos los otros.
Lo
relacioné rápidamente con cómo hago las cosas. Estoy usando 3D pero de una forma bastante simple y
más orientada a personas que no son técnicas. Entonces todo lo que hago es una
serie de errores y de operaciones medio bizarras. Termino utilizando los
errores a mi favor para hacer lo que yo quiero, básicamente, y no seguir la
lógica de cómo se trabaja comúnmente.
Lo que estoy
haciendo es mezclar las formas que tenía de trabajar antes de 2017, que eran
siempre analógicas – pintura, dibujo - y orientarlas a la creación por medio de
realidad virtual, que me da la posibilidad de utilizar el cuerpo para generar
creaciones en 3D. Es mucho más
sensual, más lindo, divertido y vital que construir algo utilizando el mouse y
una computadora.
Es mucho
más intuitivo que cualquier tipo de trabajo en 3D previo a la existencia de la
realidad virtual. Si le das un software como 3D Studio a una persona sin
conocimientos para que haga algo, no va a entender nada. En cambio, le das un
programa de estos de esculturas en realidad virtual y algo podrá hacer, aunque
sea muy básico, porque es más cercano a estar trabajando con una masilla que
está al frente tuyo que estar trabajando con un software muy técnico.
¿Cómo surge tu nombre y la exposición
individual en Art Mûr?
En uno de
esos grupos de facebook de nerds trabajando en realidad virtual me encontré con
un chico de Canadá que me dijo: “estoy haciendo muestras y estoy curando un
ciclo que será dentro de un tiempito en una galería de Montreal, así que si te
prendés, perfecto”. Resultó que se atrasó todo por la pandemia, tardamos como
un año y, finalmente, se dio ahora.
Samuel Arsenault-Brassard,
el curador, es también artista en realidad virtual y arquitecto. Fuimos
pensando juntos, con él y la galería, todo el proceso de la muestra. Todo el
tiempo han venido agitando de que la haga más grande, es decir, me preguntaban
cuánto más se podía hacer. Ellos la produjeron, fue excelente y es una cosa muy
poco común acá como artista. Que una galería ponga dinero para hacer una
muestra es algo que prácticamente no se ve acá.
Les dije “quiero hacer tal cosa” y ellos me dijeron “está buenísimo,
pero hacéla más grande, nosotros la pagamos”.
Lo que
estoy mostrando es una mezcla de las cosas que hacía en realidad virtual y el
escaneo en 3D que me da la
posibilidad de poder registrar personas, objetos o espacios y meterlos al mundo
virtual. Ahí los trabajo con uno de esos programas de escultura. El resultado
de los procesos de escaneo de las personas -a veces uso algunos que saco de
internet y otras llamo algún modelo o algunas amigas a mi casa y hacemos una
sesión- lo meto al software de escultura en realidad virtual y ahí lo voy
trabajando. Luego los imprimimos en grandes formatos, como un metro y medio de
alto por varios metros de ancho, que están en la galería junto con un vídeo que
muestra los mismos modelos, pero moviéndose.
Y también una
experiencia en realidad virtual en la cual la gente entra a una sala que está
vacía. Cuando la persona se pone el casco ve la misma sala, pero una parte se está
como desintegrando y da lugar a una nada blanca de la cual sale una escultura
virtual que tiene como doce metros de alto más o menos. Está ahí interactuando
con vos en el espacio. No se mueve ni nada sino simplemente es la experiencia
de ver una escultura, pero como si tuviera el presupuesto para hacer una de
tres pisos de alto.
¿De qué manera se desarrolló el trabajo a
distancia?
El proceso
ha sido muy interesante porque hemos trabajado a distancia con el curador que
está en Canadá y con un amigo de él que se encargó de armar la experiencia en
realidad virtual. Me mandaron un escaneo tridimensional de la sala, de la pieza
real, y yo entonces iba trabajando y metiendo la escultura ahí. La trabajaba un poco y se la mandaba al
curador. Él la veía, le hacía algunas correcciones y me la mandaba de nuevo. Entonces
era como que los dos estábamos trabajando en esa pieza. pero en una versión virtual,
es decir, era una pieza que estaba en Canadá y en Córdoba a la vez.
A la vez
también hay un paisaje sonoro que las personas, cuando se ponen el casco, lo
oyen y que va cambiando de acuerdo por dónde se mueven en la sala. Si se
acercan a una zona donde hay más caos, el sonido cambia. Es un sonido espacial
que se agrega a la experiencia de interactuar con esa escultura/instalación. Porque
uno le está proponiendo que el espectador con su cuerpo interactúe y pueda tener
diferentes experiencias a través de lo que elija o no hacer en ese espacio.
El paisaje
sonoro lo hizo Franco Bellavita que es de acá de Córdoba y que casualmente
también estaba viviendo en Montreal, pero quedó varado aquí por la pandemia. Con
él trabajamos un poco a distancia, pero también viéndonos cuando se podía. Fue un trabajo en equipo: allá hay dos
personas, el curador y su amigo, más gente de la galería y nosotros dos acá.
¿Cómo conecta el público con la obra, que
repercusiones te han llegado?
Ha sido muy
interesante la verdad, muy linda respuesta, es una ciudad muy cosmopolita así
que casi todas las semanas tengo novedades de diferentes personas, de gente de
todos lados del mundo que están allí en Canadá y van a ver la muestra y me dan su
devolución. Es súper interesante.
Por ejemplo,
una chica de China que está viviendo en Montreal y venía de hacer una
residencia en Suiza, en el CERN qué alberga el acelerador de partículas. Como
las partículas tienen todo ese juego que no se sabe si son partículas u ondas,
le gustó mucho la representación que tiene la escultura. Como muchas formas
fluidas pero que están como frenadas en el tiempo. Y eso me lleva de nuevo a lo
de la inestabilidad constructiva porque también una tercera acepción del
término es la de ciertas zonas de los países donde el equilibrio está como
movido justamente, se elimina el estado o ciertas reglas del estado para que
haya ciertas zonas con posibilidades nuevas. Como lo son las zonas francas de
almacenamiento de arte. Hay museos gigantes que son containers, por ejemplo, con
la colección más grande de Picasso en el mundo. Está en Suiza, pero no está en
Suiza, son como zonas grises donde el sistema se cancela a sí mismo para que
las obras que están ahí no pertenezcan a ningún país. Entonces hay un montón de
impuestos y cosas que no se aplican, como que todo está en una zona de una
inestabilidad permanente pero congelada a la vez. Eso es un poco el ambiente
que me genera a mí las cosas que yo hago, como que son todas cosas que están
rompiéndose, pero están en una pintura o están siendo una escultura, están
fijas. Entonces como una cosa que está destruyéndose o creándose por siempre. El curador dijo en una oportunidad: “es como
la representación de los momentos de mayor potencialidad, cuando algo puede ir
para un lado o para el otro, pero no se sabe”. Es un poco lo que me parece que
está pasando ahora con el arte, con las herramientas como la realidad virtual o
cómo los NFT, que son el criptoarte, una nueva posibilidad de vender arte
digital y que está rompiendo un poco todos los paradigmas de venta de obra, de comercialización
por medio de galerías y de conceptos más grandes como las fronteras entre
países o en las monedas. Están habiendo zonas de intercambio y de generación de
arte que están presentes desde hace dos o tres años y está modificando todas
las reglas actuales.
. Un tour por la exposición (video)
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