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Descubrir a Andrei Tarkovski a través de La Infancia de Iván o La pasión de Andrei Rublev, entre otras, y sentir perplejidad, conmoción y trascendencia, es sentir que se pasó el umbral. Un umbral invisible que nos introduce al mundo del Cine, el más profundo, el más tremendo, el que posee una fuerza que puede cambiarte la visión de tu realidad, tal y como la habías percibido hasta ese momento.
Haber experimentado tal revolución interior marca el declive, la inexorable caída al olvido, del "otro" cine. Ese que uno disfruta porque es lo que ofrece el menú, una carta sin pretensiones, sin sueños, sin altura. Un almuerzo ejecutivo que sólo sirve para mitigar el hambre, pero jamás para saciarlo. Un "tentempié" pleno de diversión, mensajes vacíos y colorido envase. Pero claro, uno eso lo descubre después de ver la magnificencia de Tarkovski, imposible antes.
Y esa puerta nos introdujo a los grandes genios de la cinematografía mundial. Y nos dio elementos, recursos, posibilidades para gozar otras obras, distintas en sus concepciones estéticas, estilísticas, ideológicas, pero de factura renovadora, osada, digna, sutil, propia y proyectada.
Tarkovski despertó el instinto. Nos abrió el apetito, el deseo, la necesidad de más y mejor cine.
Y en saciarlo es donde nos encuentra la vida, hoy. Y es lo que este blog tratará de compartir con ustedes.
Y vamos por Godard, por Truffaut, por Welles, por Scorsese, por Wenders, Cassavetes, Herzog, Jarmusch, Mikhalkov, Fellini, Pier Paolo, Favio.....
Y vamos por más. Por todos.
Si al fin de cuentas, el mundo está hecho de fotogramas.
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