Su presencia nunca resulta indiferente, jamás pasa desapercibida. Con una fuerza interpretativa especial, su figura se apodera de la escena. Poseedora de un rostro de particular belleza y un cuerpo expresivo, Eva Bianco es una actriz que se destaca desde hace más de dos décadas en el panorama artístico cordobés, nacional y hasta internacional. Dice que le hubiera gustado trabajar bajo las órdenes del genial director, padre del cine independiente norteamericano, John Cassavetes. Que también elegiría volver a actuar con la directora Liliana Paolinelli o estar frente a cámaras bajo la dirección de Lucrecia Martel. Indagando sobre sus preferencias en materia cinematográfica, a la hora de elegir sus películas favoritas de todos los tiempos, enumera convencida: Una Mujer bajo influencia, de Cassavetes; El Silencio, de Ingmar Bergman; La ciénaga, de Martel y Escuela de Sordos, de Ada Frontini. Hoy son estas las que me fascinan, remarca.
Eva Bianco (ph Laura Morsch Kihn) |
Inicialmente estudió con Azucena Carmona, Ernesto Heredia y Mario Mezzacapo, y luego en la UNC, donde obtuvo la Licenciatura en Teatro representando La yegua de la noche. A partir de allí, recorrerá incesantemente el circuito de teatro independiente local, desde sus inicios en Teatro El Cuenco. El último tramo del 2014 la encuentra representando, junto a Alejandra Garabano, Vidala para una sombra, dirigida por Mery Palacios, en el Teatro La Chacarita.
Multipremiada y aplaudida por sus actuaciones sobre las tablas, sus dotes artísticas fueron rápidamente reclamadas por el cine, contando hoy con más de una docena de películas en su haber. Desterradxs dialogó con ella para conocer más sobre su vínculo con el séptimo arte.
Sos una actriz con una fuerte raigambre teatral, ¿fue complejo adaptarte al lenguaje cinematográfico? ¿Supone un trabajo de composición muy diferente?
Actuar en cine es muy diferente a actuar en teatro. En mi caso por el tipo de películas que he hecho no me ha servido eso de construir el antes y el después de los personajes o la situaciones que me toca interpretar sino mas bien comprender acabadamente qué es necesario en cada toma. Si bien “desguazo” el guión entendiendo cuál es el recorrido emocional y de situaciones que atraviesa el personaje a lo largo de las tomas, lo álgido es el momento de filmar cada una de ellas. Allí no sólo llevo lo que intuyo de esa fracción, sino que pongo extrema atención a lo que el director diga o necesite en ese momento, el encuadre, el espacio que tengo para moverme en el set. Una puede preparar mucho un personaje o una instancia del personaje pero después llega al set y esa instancia se muestra a través de la nerviosidad de las manos que se ven en un primer plano. ¿Cómo se resuelve eso? Sólo recuerdo cómo es poner crema en mis manos. ¡Y eso sirve! ¡Al diablo con la intensidad o la composición o la psicología del personaje! A veces los directores piden gestos extraños que uno no entiende al momento de filmarlo. Cuando es así, sólo hago lo que se me dice. Si es mirar, es mirar. Generalmente en estos casos solo tomo algo que esté al alcance para apoyar la mirada, o una imagen. Tener una imagen en la cabeza, sirve para esas largas tomas donde la acción es sólo mirar. Igual si la acción es sólo correr, caminar, llorar, etc. No acudo tanto al personaje sino a lo que me surge en ese momento a mí. La atención y la concentración agudizada es lo que me sirve para actuar en cine. La concentración no como un irme o cerrarme hacia adentro sino como un vaciarme para atender mejor y detectar lo imprescindible para expresar lo que la toma necesita. Si lo que se pide es confuso o no logro entender bien, prefiero antes que hablar tanto o demasiado hacer una primera toma como creo que es y sobre ese material ver qué funciona y qué se descarta. También es importante para mí las charlas previas con el director para comprender la atmósfera, el tipo de universo que hay que construir.
Tus experiencias en cine han estado muy ligadas, en un inicio, con el director Santiago Loza. ¿Cómo surge esta relación y qué obras han desarrollado juntos?
La relación con Santiago Loza surge cuando éramos estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba. Él estaba en la Escuela de cine y yo en la de Teatro, reabiertas en democracia, en los años 80. Roberto Videla, que daba clases en ambas escuelas, nos conectó para participar en los trabajos que hacían en cine. Santiago me propuso hacer un personaje pequeño, delicado, en su largo La vida íntima de las tortugas. Con el tiempo hicimos una obra de teatro escrita por él, Sentada. Luego se va a Buenos Aires, ya había aceptado Julio Chávez hacer Extraño, donde también trabajé. Después hicimos Cuatro mujeres descalzas junto a Mara Santucho, María Pesacq y María Onetto. Tras algunos años, trabajé nuevamente en Los Labios, de Iván Fund y Santiago junto a Adela Sánchez y Victoria Raposo. Volví hacer una obra de teatro suya, La enamorada del muro. Y lo último en tv, Doce Casas. Con Santiago comparto de lo que él habla en sus películas, en su teatro. De lo que habla y de cómo habla de eso. Detrás del director está un escritor profundo, delicado, piadoso. Por otro lado, cuando me llama para algún personaje es porque cree que yo puedo hacerlo. Más allá de la amistad que nos une.
Te involucrás en diferentes proyectos, cortos y largos, de muy disímiles contenidos y proyecciones; ¿qué debe tener una propuesta para seducirte y conseguir que “seas parte”?
Elijo “ser parte “de algo por muy diversas razones. Todas bastantes íntimas, muy subjetivas. Muchas veces porque ignoro cómo se resuelve, cómo se hace alguna escena. Eso me moviliza. Otras porque necesito seguir indagando sobre cómo es el momento de filmar, para comprender cómo es actuar para cine. Y esto creo que solo se revela filmando. También filmo porque hay propuestas inquietantes como la historia que me contó Iván Fund en Los Labios: 3 mujeres que el estado envía para ayudar a personas necesitadas y son ellas las más necesitadas, las también desprotegidas por el estado, por la vida. ¡Eso me arrasó!
Me entusiasmó la visión de Inés de Olivera Cézar en Extranjera, sobre la tragedia “Ifigenia en Áulide”, filmada en traslasierra. También me entusiasman las sutilezas de los relatos. Pablo Género en su corto El camino más largo, sobre una madre que quiere saber si su hijo es homosexual y pasa un fin de semana con él. El tema no se toca aunque lo rondan y al final algo se devela. Fue arduo, intenso encontrar los ribetes a esas tomas donde las situaciones se “bordaban” a través de pequeños gestos, miradas.
Filmar con Sergio Schmucler La sombra azul fue una experiencia fuerte. La historia inspirada en la vida de Luis Urquiza, ex preso político durante el gobierno militar, aun exiliado. El miedo, la represión, no terminan con el gobierno militar, también atraviesan a la democracia.
En 2010, Eva Bianco obtuvo el premio a la Mejor Interpretación en la sección Una Cierta Mirada del Festival de Cannes (compartido con Victoria Raposo y Adela Sánchez) por su trabajo en Los labios, de Santiago Loza e Iván Fund.
Modificó en algo tu percepción del cine o de la industria recibir este premio? ¿Tuvo consecuencias en tu vida actoral?
El reconocimiento en Cannes fue gozoso porque esa película “solita de mi alma” se posicionó frente a todas las otras y brilló. No éramos conocidos. Ella sola hizo el trabajo y el jurado que pudo distinguirla. En un lugar donde el cine se vuelve poderoso como industria, dónde están las estrellas, los capitales, las efectivas fórmulas de filmar se consagran, la película de Santiago Loza e Iván Fund es reconocida. Cannes es solo esa enorme satisfacción. Después hemos vuelto al trabajo de siempre. También es cierto que muchos guiones me han llegado por ese trabajo y su repercusión.
¿Cómo percibís el cine cordobés de este tiempo?
Aun no veo un “cine cordobés”. Lo que veo es que en Córdoba se hace mucho cine, que mucha gente estudia cine, que se hace más publicidad, más televisión, en gran cantidad y en muchos casos con una gran madurez. Jamás pensado hace 20 años atrás. ¡Esto es impresionante! Es promisorio, no tengo ninguna duda de esto.
¿Qué tipo de personaje te gustaría representar?
No hay un personaje que quiera interpretar en particular. Para mi actuar es un oficio que no es solitario como escribir o pintar. En consecuencia, al final siempre me sorprende y me motiva el hacer del otro, el creer y tener la necesidad de hablar, contar una historia, un universo determinado. Yo nunca pensé hacer cine. Admiraba profunda, dolorosa, envidiosamente a Gena Rowlands, Jeanne Moreau, Liv Ulman, Shirley MacLaine, Isabelle Adjani, Anna Magnani… ¡cómo podía hacer cine yo con esta carita, con este cuerpito y para colmo en Córdoba!
Santiago Loza, Liliana Paolinelli, Alejandro Mansilla y otros me llamaron para hacer sus personajes. Son ellos los que lo hicieron posible, los que vieron en mí algo que ni yo sé que tengo.
Jackie Bini
para Revista Desterradxs Nº 27
Córdoba-Argentina
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